Las mujeres del yoga
Entra a cualquier clase de yoga y lo primero que notarás es que la gran mayoría de los estudiantes son mujeres. Durante al menos parte de la historia del yoga, la práctica fue protagonista de los hombres, y se esperaba que las mujeres se centraran en la vida hogareña. Pero al contrario de un mito antiguo, la evidencia histórica muestra que en algunos círculos, las mujeres han sido yoginis todo el tiempo.
La tradición popular del yoga afirma que a las mujeres no se les permitía practicar yoga hasta hace 50 años. De hecho, hay evidencia histórica de que, en la tradición védica, se desanimó a las mujeres de la práctica y no se les permitió convertirse en sacerdotisas, pero dependiendo de cómo se defina el yoga, la idea de que a las mujeres se les prohibió practicar y enseñar no es precisa. A las mujeres se les ha permitido practicar yoga durante miles de años, al menos en las áreas de la India donde prevalecía el yoga tántrico.
Aquí algunas de sus principales exponentes:
Ma Anandamayí es una de las figuras más eminentes de la espiritualidad de nuestro tiempo. Nació en Bengala, en el seno de una familia de brahmines y, siguiendo las pautas de vida tradicionales, se casó a los 13 años y a los 18 se fue a vivir con su esposo. Éste reconoció de inmediato su aura de santidad y se convirtió en su discípulo. Pronto, sin buscarlo ella en modo alguno, empezaron a afluir los devotos, atraídos por su poderosa irradiación espiritual.
A lo largo de casi cincuenta años, Sri Ma viajó incansablemente por toda la India, gracias a lo cual millones de indios y extranjeros pudieron recibir su darshan (visión, contemplación). Su autoridad espiritual innata fue reconocida por todos los grandes ascetas y eruditos de la India, que, lo mismo que la gente sencilla del pueblo, la consideraban una encarnación de la Divinidad y la personificación de la sabiduría ancestral de la India. Murió en 1982.
Amma nació en 1953 en Kerala, en el seno de una familia humilde de pescadores. De pequeña ya llamaba la atención por la cantidad de horas que pasaba en meditación profunda a orillas del mar. También componía canciones devocionales y a menudo la veían cantando a la divinidad con una emoción sincera.
La madre de Amma se puso enferma cuando Amma tenía nueve años y la sacaron del colegio para que ayudara en las tareas del hogar y cuidara de sus siete hermanos. Mientras recogía las sobras de comida de sus vecinos para alimentar a las vacas de su familia, Amma vio la inmensa pobreza y sufrimiento de los demás.
Empezó a llevarles comida y ropa de su propia casa. Su familia, que no era en absoluto rica, la regañaba y castigaba. Pero Amma no sólo siguió con su actividad, sino que también empezó a abrazar a la gente de forma espontánea, para consolarles de sus penas. Respondiendo a su afecto, todos comenzaron a llamarla Amma (Madre). A su vez y de manera natural, ella les llamaba hijos.
En la comunidad de Amma no se permitía que una niña de catorce años tocara a otras personas, especialmente a los hombres. Sin embargo, a pesar de la oposición de sus padres, Amma siguió a su corazón, explicando más tarde: No veo si es un hombre o una mujer. No veo a nadie diferente a mi propio ser. Una corriente continua de amor fluye desde mí hacia toda la creación. Esa es mi naturaleza innata. La obligación del médico es tratar a los pacientes. Del mismo modo, mi obligación es consolar a los que sufren.
Hace más de veinte años los administradores de un orfanato le contaron a Amma que se habían quedado sin fondos. Le dijeron que, lamentablemente, pronto deberían dejar a los niños en la calle. Amma desvió el dinero que se había ahorrado para construir la primera sala de oración de su sede central en India para asumir el cuidado de los huérfanos. Así nació la ONG Embracing the World (Abrazando al Mundo).
Amma tiene más de 50 centros por el mundo, de manera que su mensaje está disponible en casi todos los idiomas.
Aunque se la suele considerar una de las líderes espirituales más importantes de la India y uno de los referentes del hinduismo, Amma dice que su religión es el amor. Nunca le ha pedido a nadie que cambie de religión, sino que reflexione sobre los principios esenciales de su propia fe y trate de vivir según los mismos. Comenta a menudo: En el mundo actual hay muchos que están dispuestos a morir por su religión, pero nadie está dispuesto a vivir según los principios de su religión.
Durante los últimos quince años Amma ha sido invitada con regularidad a hablar en los foros internacionales. En 1993 el Parlamento de las Religiones, coincidiendo con su centenario, la nombró presidenta de la fe hinduista. Ofreció un discurso en la Cumbre del Milenio por la Paz Mundial de las Naciones Unidas y en 2002 se le concedió el Premio Gandhi-King a la no violencia.
En 2006 Amma, junto al ganador del Premio Nobel de la Paz de 2005, Mohamed El Baradei, recibió el Premio James Parks Morton del Centro Interconfesional de Nueva York por su papel como destacada líder espiritual y humanitaria.